En la mayoría de los videojuegos que conozco, tanto de creación de ciudades o imperios, como de rol o supervivencia, debes desarrollar una serie de habilidades y/o tecnologías para avanzar en el desarrollo del mismo según la estrategia que hayas decidido.
Y en función de las decisiones que tomes para hacerlo tus posibilidades de éxito crecen o decrecen. Normalmente no hay ninguna decisión incorrecta (aislada) que te impida alcanzar la victoria. Pero el encadenamiento de decisiones alienadas o no con tu estrategia puede estar haciendo que te acerques o te alejes de tu objetivo. Un ejemplo claro es el clásico de los clásicos Civilization de Sid Meiers, un juegazo del que soy fan lanzado en 1991 y del que se han vendido más de 40 millones de copias.
Civilization
Para los que no lo conozcan es un juego de estrategia por turnos cuyo objetivo es dirigir tu civilización hasta llegar al espacio o dominar todo el planeta. Pues bien, en el Civ hay varias formas de alcanzar la victoria como por ejemplo ser la civilización dominante por poder económico o poder cultural. Por supuesto, también puedes ganar eliminando al resto de civilizaciones (poder militar). Dominar cualquiera de estas estrategias de juego implica jugar varias partidas para ver qué funciona mejor y qué funciona peor. Eso no es otra cosa que priorizar el desarrollo de tecnologías que contribuyen de forma más óptima a tu estrategia de juego. Por ejemplo, si quieres aniquilar al resto de civilizaciones debes priorizar el desarrollo de tecnologías militares directamente y habilitadores de otras tecnologías militares más avanzadas. Debes estudiar bien el mapa de tecnologías para ver el camino a seguir.
En cambio, si tu estrategia es económica debes apostar por las tecnologías productivas, la diplomacia para establecer acuerdos, rutas comerciales y tener aliados que te ayuden en los conflictos con otras civilizaciones a las que le va la marcha.
Dicho de otra forma, debes desarrollar aquello que mejor contribuye a la estrategia de juego que hayas decidido jugar.
Talento y habilidades como la vida misma
Estos videojuegos son un reflejo parcial de la vida misma.
Un ejemplo claro son los deportistas de élite como Rafa Nadal, Alexia Putellas, Pau Gasol, Ana Peleteiro, y un largo etcétera. Todos ellos decidieron en su día ganar su partida siendo los números 1 en su deporte. A partir de su talento natural añadieron esfuerzo diario para alcanzar la excelencia incrementando sus habilidades que, a su vez, hacían brillar más su talento. Con esfuerzo, sí. Pero decidiendo sobre qué era necesario potenciar y qué no para alcanzar su objetivo. Así, potenciaron su respectivas técnicas de forma machacona. No para ser buenos. Para ser los mejores. Por el camino penalizaron el desarrollo de otras e incluso asumieron riesgos sobre su salud futura como es el caso de Nadal. O posponiéndolas para desarrollarlas en el futuro una vez dejaran el deporte de élite.
Esto supone mucho trabajo, sacrificio, perseverancia y foco.
Claro, no todo el mundo quiere ser el número 1. Requiere plena dedicación en cuerpo y alma. Y talento. Hay personas que se conforman con ser muy buenos; en ese caso, solo requieres plena dedicación en cuerpo y alma sin talento. A otros les sobra con ser normales y entonces con talento te puede llegar sin esfuerzo, o con un poquito de esfuerzo aunque no tengas talento. Todas las opciones nos pueden llevar a la victoria en nuestro juego vital. Solo hay que saber decidir qué nos conviene más para jugar nuestra partida de forma más óptima a nuestra forma de querer vivir la vida.
Y aquí, como en los videojuegos, nuestras decisiones nos acercan con mayor o menor velocidad a la consecución de nuestros objetivos vitales o a desastres de mayor o menor magnitud.
Y aquí, como en los videojuegos y también en Avademia, las primeras decisiones pueden hacer que la partida la encaucemos o que nos comience a dar sobresaltos que nos desvíen del camino que habíamos deseado. Siguiendo con el Civ un buen ejemplo sería que quieras ganar por economía y no has tejido una red de aliados. Entonces más pronto que tarde te van a invadir y tendrás que ir a la guerra ralentizando la construcción de tu imperio económico.
Casi todo tiene un origen en la educación
En esas primeras decisiones es donde entra nuestra educación y formación, y la de nuestros hijos. Decisiones que los niños no pueden tomar por su edad, ni pueden valorar ni tomar sin ayuda de sus padres. ¡Cuidado! A veces los padres, con todo nuestro amor, decidimos como si fuésemos nosotros los que vamos a vivir su vida. Hay que ayudar a darles todas las herramientas posibles para que jueguen su partida con toda la ventaja posible. Si no le gusta la natación y además no tiene talento para ello, pero a tí te encanta, no fuerces. Inténtalo y si no funciona, no funciona. Hay muchos otros deportes.
Afortunadamente cada vez hay menos casos así.
Sin embargo, si que sigue siendo generalizado la búsqueda obsesiva por obtener las mejores notas en todas las asignaturas. Las notas son importantes dado que es la única forma actual que tiene nuestro sistema de evaluar el rendimiento académico. Y hay que reconocer que tienen un efecto motivador: a los alumnos no les gusta suspender y menos presumir. Siempre hay excepciones a los que les gusta ser el número 1 en suspensos y expulsiones. Para eso no hace falta mucho talento y tampoco esfuerzo porque afortunadamente no hay demasiada competencia luchando por ese dudoso honor. Como decía, las notas son importantes e incluso motivadoras, pero hay que recordar que no son el fin. Hay un objetivo superior que es aprender. Sacar buenas notas no significa aprender en la mayoría de los casos. Aprender sí significa sacar buenas notas casi siempre.
De hecho, hay un estudio muy significativo en el que se demostró esto que acabo de decir. Se realizó un examen a un conjunto de estudiantes donde la estrategia de aprendizaje fue la memorización. A estos mismos estudiantes se les repitió el mismo examen 15 días después sin permitirles repasar ni releer el contenido objeto del examen. La nota media de todos ellos bajó un 30%.
Corolario: memorizar permite aprobar y hasta con buena nota. Pero eso no significa que lo hayas aprendido. Y en el futuro el conocimiento nuevo que tengas que aprender basado en éste que has aprobado pero no aprendido te costará bastante más adquirirlo.
Por tanto, ¿no será mejor dar a nuestros hijos herramientas de aprendizaje para desarrollar competencias útiles y aprendizajes con significado y a largo plazo?
De esa forma, no solo aprobarán sino que su esfuerzo futuro para seguir aprendiendo será más eficaz y eficiente. Será sostenible a un coste razonable para ellos.
Pero no era esto a lo que quería llegar.
El eterno dilema
Quería presentarte un dilema al que se llevan enfrentando padres y profesores durante generaciones, y para lo que aún no hay unanimidad. Me refiero al siguiente escenario ficticio pero que podría ser real en muchísimos casos.
Si tu hijo saca una nota de 9 en lengua y una nota de 6 en matemáticas, ¿tomarías alguna acción? Por ejemplo, ¿llevarlo a una academia para ayudarle en matemáticas que las lleva más flojitas o por el contrario fomentarías su buen hacer en lengua llevándolo a algún taller de escritura creativa?
Obviamente es una simplificación para ejemplificar el dilema. Pero sirve para ver el trasfondo: decidir si se quiere estar por encima de la media en algo (número 1 quizás) o tener una media (media o alta) en todo.
Ejemplo final: Nadal decidió ser número 1 del Tenis de todos los tiempos a pesar incluso de su salud. Su actual entrenador Carlos Moyá también llegó a ser número 1 pero no le compensaba el esfuerzo mantenerlo y se dedicó a disfrutar del tenis sin ese nivel de exigencia. Con estrategias diferentes, se podría decir que ambos han jugado bien su partido.
¿Qué harías tú? 🫵
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